Columnista invitado: Thomas Friedman (*)
Hay muchas maneras de describir el desafío de América Latina (AL). Algunos dirán que la clave es superar la enorme brecha entre ricos y pobres. Otros, que hay que eliminar la corrupción y generar gobernabilidad. Pero para mí la gran pregunta es: ¿es que los latinoamericanos van a emular a India o ser adictos a China? La pregunta estuvo presente, al menos implícitamente, en las recientes elecciones en Perú, pero es válida para todo el continente, que siempre ha sido mejor en extraer sus recursos naturales que en dotar de recursos a su población.
Déjenme explicarlo a través de lo que dice Gabriel Roznan, un tecnólogo gerente de la compañía india Consultora de Servicios Tata, de Bombay, con negocios de "software" de computadoras y tercerización de servicios (outsourcing). En Montevideo, Tata tiene 550 programadores uruguayos, entrenados y dirigidos por indios, que están haciendo los programas y dirigiendo los sistemas de computación a través de todo el continente. Reciben el apoyo de ingenieros de Tata en India, Hungría, Brasil, Chile, México y Argentina. O sea que India también piensa que AL es su patio trasero.
Lo mismo hace China, aunque en AL se ha centrado casi exclusivamente en la extracción de recursos naturales –madera, fierro, soya, minerales, gas, harina de pescado- para alimentar su voraz apetito y el crecimiento del empleo y sus industrias. No hay nada malo en esto. España y EEUU lo hicieron durante años, y con rapacería. Hoy, el apetito chino es la causa del boom de precios de los recursos naturales que están ayudando a que países pobres y poco industrializados, como Perú, crezcan al 5%.
Pero quienes se vuelven adictos a vender sus recursos naturales rara vez desarrollan sus recursos humanos, así como las instituciones educativas y las empresas innovadoras que los acompañan. Por eso, cuando el mineral y el petróleo se agotan, cuando se deforestan los bosques, los pueblos se quedan peor que al principio.
Para ser como la India, América Latina tiene que cambiar rápido. El problema es la educación, dice Roznan, que tiene 500 vacantes y no puede llenarlas: "La carrera de prestigio en India es ingeniería, pero aquí todavía es el derecho. Se necesitan más cursos de computación, con estándares internacionales, que comiencen a una edad temprana". En AL también se tiene que enseñar mejor el inglés, añadió. Y eliminar la burocracia que detiene la integración económica de AL y hace difícil poner negocios. Dice Roznan que "las leyes fueron hechas para otro tipo de sociedad (promueven la agricultura pero no la innovación). Si AL no agarra la próxima ola, vamos a tener problemas".La próxima ola se llama "siguiendo el sol", nos dijo Roznan. "Queremos comenzar un proyecto en Bangalore o Bombay y, a medida que pasan las horas, moverlo hacia nuestras oficinas en Europa Oriental y de allí a América Latina". Tata espera que sus ingenieros en cada lugar hablen inglés y tengan la infraestructura computacional para recibir proyectos constantemente y, también, poder pasarlos rápidamente a terceros. Este negocio es de escala global.
"Tengo 50,000 empleados en la India y nos vamos para 100,000", dijo Roznan, "y lo mismo va a suceder en China. Pero no puedo tener 100,000 en un solo país de AL. Por lo tanto, tengo que ser capaz de emplear a gente de todo el Continente".
Los latinoamericanos pueden pensar que su gran decisión es entre dos modelos de capitalismo occidental –el modelo europeo de Estado de Bienestar y el modelo hiper-competitivo de EEUU-. Pero antes que partan la torta, necesitan ampliarla. Y aquí la decisión más importante es entre el ejemplo indio que se centra en el desarrollo de recursos humanos y el síndrome chino que privilegia la venta de recursos naturales. Como los países tienden a hacer una cosa o la otra, esperemos que América Latina descubra la India antes que se quede enganchada a China.
(*) Norteamericano. Ganador del Premio Pulitzer. Columnista del New York Times, 21/06/2006.
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